En el sur de Chile, la presión sobre los bosques nativos se intensifica con acciones humanas que incluyen el desarrollo agrícola, la expansión de matorrales y el aumento de plantaciones forestales. De acuerdo con el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, el 38% de la pérdida de estos bosques se debe al reemplazo por plantaciones, el 28% a la proliferación de matorrales y el 20% a usos agrícolas. Frente a este escenario, diversas iniciativas han surgido, buscando nuevos modelos de uso del suelo que permitan la recuperación y protección de estos territorios. El enfoque de conservación, impulsado por organismos estatales, ha sido reforzado a nivel internacional a través del Programa ONU REDD, en el que la CONAF, en conjunto con FAO, PNUD y ONU Medio Ambiente, ha destinado más de 4 millones de dólares a proyectos orientados a la preservación de los bosques autóctonos. En paralelo, el sector privado ha destacado el papel de los loteos ecológicos como mecanismo para canalizar inversiones hacia objetivos ambientales, aprovechando normativas locales y, en ocasiones, beneficios como incentivos fiscales o pagos por servicios ecosistémicos, lo que permite conciliar conservación y usos productivos limitados. Según datos actualizados para 2024 de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), Chile cuenta con 18.076.870 hectáreas de bosque, representando el 23,9% del territorio nacional, de las cuales el 19,5% corresponden a bosques nativos y el 4,2% a plantaciones forestales. Además, la CONAF ha reforzado sus estrategias de protección mediante la integración del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) y la implementación de proyectos piloto de gestión forestal sostenible en las regiones de Los Ríos, Coquimbo, Metropolitana, La Araucanía y Magallanes. Aunque continúa el debate sobre el impacto y la regulación de estas iniciativas, los loteos ecológicos se perfilan como una herramienta emergente en la conservación territorial.
Autor: Roberto Sánchez