Cómo podría brillar o desteñir la millonaria apuesta por el hidrógeno verde

TotalEnergies lanza en Chile el ambicioso proyecto “H2 Magallanes”, una inversión sin precedentes de US$16.000 millones que se inscribe en una serie de iniciativas en la región austral y enfrenta desafíos competitivos frente al hidrógeno gris y azul.

El lunes 5 de mayo, la petrolera francesa TotalEnergies dio a conocer el mayor proyecto de inversión sometido a evaluación ambiental en Chile, con una iniciativa denominada ‘H2 Magallanes’, que pretende producir hidrógeno y amoniaco verde en la comuna de San Gregorio, Región de Magallanes, mediante una inversión aproximada de US$16.000 millones. Este anuncio renovó las expectativas de inyección de capital a la región austral y la creación de miles de empleos, recordando proyectos similares como el de amoniaco verde de HNH Energy –con US$11 mil millones– y la infraestructura energética de INNA de AES, en Antofagasta, que por US$10 mil millones ya generaron debate. En total, sumando seis iniciativas antecedentes bajo Estudio de Impacto Ambiental y cuatro mediante Declaración de Impacto Ambiental, los proyectos ascenderían a US$40.917 millones, representando la mitad de las inversiones previstas para el sector minero en Chile en la próxima década, lo que incluiría la contratación de más de 20 mil personas, entre construcción, operación y cierre. Solo el proyecto de TotalEnergies contempla 6 mil empleos.

Expertos subrayan el optimismo entre quienes aseguran que estos planes, ya con recursos comprometidos, apuntan a una implementación en pocos años. Marcos Kulka, director ejecutivo de H2Chile, señala que el desarrollo de este tipo de proyectos puede implicar inversiones en el orden de US$50 a US$80 millones para ingresar al sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, aunque la cifra exacta de recursos investidos aún se maneja con reserva.

La producción del hidrógeno verde se fundamenta en la electrólisis, un proceso electroquímico que separa las moléculas de agua, extraída y desalada del mar, en hidrógeno y oxígeno, utilizando energía proveniente de fuentes renovables, como la solar o eólica. Este hidrógeno se almacena como gas comprimido o líquido y puede transportarse en buques o camiones, e incluso presentarse en forma de amoniaco, que a su vez se utiliza en fertilizantes y explosivos. A diferencia del hidrógeno gris, cuya producción a partir del gas natural libera dióxido de carbono, el proceso verde solo emite oxígeno, eliminando así emisiones de efecto invernadero. Sin embargo, compite en un mercado dominado por el gris y el azul, siendo este último similar al gris pero con captura y almacenamiento del CO2, aunque en menor porcentaje de eficacia.

El análisis de la competitividad se centra en los costos: actualmente el hidrógeno gris se produce entre US$1 y US$2 por kilogramo, el azul entre US$1,50 y US$3, mientras que el verde oscila entre US$3 y US$7 por kilo, según Montel Energy. Michael Liebreich, de Bloomberg New Energy Finance, es escéptico y recomienda cautela, señalando que en Magallanes el costo de producción del hidrógeno verde quizá se ubique por encima de los US$5 por kilogramo, resultando hasta US$2 más oneroso que el gris. Esto pone en entredicho la demanda interna, ya que el costo en forma de amoniaco verde sería casi el doble del convencional, restringiendo la competitividad principalmente a mercados de exportación en Europa, Japón o Corea del Sur. Además, transportar hidrógeno líquido implica costos significativamente mayores, y transportar el producto como amoniaco verde tampoco resulta competitivo frente a productores de países del Golfo o del norte de África, a no ser que se reciban grandes subsidios.

Ante este panorama, los promotores del hidrógeno verde hacen hincapié en las políticas de descarbonización y en la evolución tecnológica, que reducen paulatinamente los costos de infraestructura y renovables. Empresas como Haush predicen que, para 2030, el precio del hidrógeno verde podría equipararse al del gris. Kulka defiende la vigencia del proyecto, subrayando que la industria energética se transforma gradualmente y que, a mediano y largo plazo, el hidrógeno verde se tornará competitivo, sobre todo en sectores difíciles de descarbonizar como el transporte marítimo, la aviación o industrias como el cemento y el acero. Países como China, con 4,2 GW de capacidad renovable, o Europa, que planea reemplazar un 42% de los insumos en el sector aeronáutico por energías renovables, confirman estas tendencias.

Diversos estudios señalan que, aunque a corto plazo el hidrógeno verde y azul continúan siendo más costosos que el gas natural –y que en Europa el azul luce ventajoso en términos de costos integrales y emisión de carbono–, a largo plazo ambos podrían coexistir. Investigaciones de la Universidad Noruega y del Instituto alemán de Postdam concluyen que hasta 2035 se requerirá apoyo político sustancial para ambas tecnologías, destacando que la viabilidad del verde dependerá de la capacidad del azul para alcanzar altos niveles de captura de gases contaminantes.

Autor: Roberto Sánchez

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